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13 mar 2011

El primer -mi primer- teléfono con Android, el G1. 
 Por su teclado Qwerty y una interfaz gráfica muy atractiva
 lo declararon como el asesino de Iphone, pero no lo logró
Estaba tan unido a mi Palm Treo como un jedi a su sable láser. Pero en una de las noches de abril del 2007, frente al antiguo cine Capri, tres chapulines se llevaron a mi Wilson. Decidí perseguir a los ladrones: tiré al suelo el slide de pizza para llevar, corrí tras ellos 100 metros, les recordé a su madre y de pronto me acordé de la mía; los dejé escapar (ni que fuera Robocop), llevándose mi smartphone, 300 contactos, el hambre, una conversación inconclusa y las ganas de volver a caminar por San José.

Sin dinero y sin estatus (porque el celular es lo que los pobres nos da caché) debí ahorrar durante varias quincenas para hacerme de un teléfono decente. Entre tanto saqué de la gaveta un tuquito de Sony Ericsson tan resquebrajado como la carretera a Caldera.

Pero el llamado de la fuerza fue ineludible. Tan pronto tuve el dinero fui por un teléfono potente y empecé a probar distintos modelos. Durante la búsqueda del indicado pasé por un Samnsung, un Motorola y dos Nokias (este y este). Nada me satisfacía, sufrí de incomprensión y hasta me tacharon de frívolo por cambiar de teléfono como si de cambiar foto del Facebook se tratara. Fui como el bicho raro que no cabe dentro de esos extraños círculos sociales que se crean alrededor de una marca de teléfono.

Pese a que en ese momento Apple extendía sus tentáculos al mundo de la telefonía, me negué a convertirme en un groupie más del Iphone, así como tampoco lo soy de un Hyundai Excel o del reggaetón. Yo contra los clones.
De repente, vino a mi la luz: el primer Google phone.

Meses atrás, en setiembre del 2008, el imperio de la gran G anunció oficialmente que también se lanzaría a la conquista del mercado de los móviles, pero desde otra perspectiva: le apostaría todo a un sistema operativo para celulares, Android, el cual sería abierto, así cualquier compañía podría seguir construyendo sus smartphones, pero todas tendrían y compartirían las mismas aplicaciones. ¡Brillante!, ¿no lo creen?, la combinación perfecta entre capitalismo y socialismo. En octubre de ese mismo año, el G1, manufacturado por HTC, fue el primer teléfono en aparecer con Android. Seis meses después lo tenía frente a la pantalla de mi computadora, en una oferta de MercadoLibre.com; fue inevitable dar clic en el botón ‘comprar’.

“Que chiva, ¿es un iphone?” era lo primero que decían mis amigos cuando veían mi G1, a lo que les respondía (casi como si fuera un guión aprendido): “No, no lo es, es el teléfono de Google. Se puede personalizar, tiene widgets, además de que el Gmail y el Gtalk vienen integrados al teléfono. Posee una tienda de aplicaciones, no es tan amplia como la de Apple, pero sí están las apps más importantes”. La conversación terminaba, casi siempre, con un levantamiento de ceja de mis amigos, lo que yo interpretaba como “sí, que bonito, pero no es un Iphone”.

Un año después de comprado el G1 me pasé al Nexus One, el más célebre de los androides. La aceptación mejoró, pero, me parece, que mis amigos y muchos de ustedes aún tienen dudas sobre la gama de teléfonos de Google. En este blog, al menos yo, trataré de ‘evangelizar’ sobre Android, ¡porque vamos a conquistar el mundo! (ni que fuera Larry Page).
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